martes, 27 de marzo de 2012

UN POETA Y RARO

Siempre he sido un hombre triste, melancólico, escondido de las fiestas, la hipocreía. Espantado del bullicio, horrorizado de tantos juegos sucios y dardos envenenados.
No le veía la importancia de lo que constituía un placer de vivir. ¿Y todos se preguntarán porqué? Cuando nací, apenas conocí el sabor de la leche materna. A los 7 días agonizaba en medio de cuatro velas, desnutrido y al lado de los buitres.
Disecado, flacucho, todo una lagartija azul fuera de su cueva. A nadie le importaba un pobre diablito medio muerto, casi inexistente. Mientras perros de rico comían, yo moría tranquilo, y sin deseo de llorar, mejor dicho sin fuerzas.
¿Y todos se preguntaran porqué? En el huequito del cementerio donde me sembrarían junto a los de carneros, permanecía tranquilo. Tan sosegado como cualquier cementerio serio, desganado y misterioso. ¡Sólo el mal olor y las moscas lo diferenciaba! Aquella mañana ni madera había para construirme una cruz. ¡Auque fuese inclinada o fuera de escuadra!
¿Total para qué? ¿Y todos se preguntarán porqué? Dios no dejó que muriera ese día tan encogido y espantoso. ¡Pero los siguientes años, días y horas serían abominables! No conocí el calor del beso de una madre !NUNCA!, a pesar de sentir su violencia. No conocí el valor del abrazo de un padre, a pesar de sentir la fuerza de sus puños.
¿Y todos se preguntarán porqué? A la adolescencia, en vez de suicidarme, tomé un bulto, unas chancletas y un pan viejo y fuí a conquistar el mundo a pie. A enfrentarlo, cuquearlo, a tomarlo por asalto, sin arrastrarme, sin mendingar. Con osadía, sin caricias, sin pasión de familia, sin un beso en las mañanas: ¡Coño! Salí adelante, sin humillarme, sin arrastrarme!
¿Y todos se preguntarán porqué? Adquirí fortaleza de héroe de novelas, valentía de rey, y carácter de sabio. Salté los muros más altos, e inclinados, sin sables, sin lanzas, sin violencia, sólo con amor. Nadé al lado de tiburones y delfines, en línea, unidos. Alcancé mis metas, mis propósitos, que eran convertirme: !en abogado! En defender a los humildes, las mujeres, los niños, los ancianos !A DIOS!
Aprendí a llorar y a la vez a levantarme. A sufrir y a la vez a orar. Comprendí el valor incalculable del amor y de la POESÍA. Su perfume estuvo a mi lado en todos los peligros, en todos los momentos que caminaba al filo del abismo, sin miedo. ¿Y ahora todos se preguntarán porqué sobreviví? Pues porque no dejé de amar a los que me hicieron daño, y no dejé de perdonarlos, Esa ha sido la razón de haberme convertido: ¡EN TODO UN POETA RARO!
ROLANDO PERERA (EL POETA RARO)
Desde Miami, EEUU

1 comentario:

Arturo dijo...

Extraño mensaje de amor. La lógica del relato me suena contradictoria.